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OPINIÓN| Nicolás Lúcar: La crisis de representación política

Lo que ocurre hoy en la sociedad peruana se puede resumir en una simple y sencilla frase: crisis de representación.Los ciudadanos.

12/12/2018 / Exitosa Noticias / Actualidad / Actualizado al 09/01/2023

Lo que ocurre hoy en la sociedad peruana se puede resumir en una simple y sencilla frase: crisis de representación.Los ciudadanos, (aunque la mayor parte de las veces actuamos como simples habitantes) no nos sentimos representados por las organizaciones políticas existentes, ni por su expresión supuestamente más elevada que debería ser el Parlamento.Desde la instauración orgánica y estructural del modelo neoliberal a través de la Constitución de 1993, los llamados partidos políticos, que ya venían cuesta abajo, se han limitado a ser clubes electorales que disputan la administración de un modelo cuya vigencia no discuten.La pugna ha sido por quién administra esta supuestamente eficiente manera de explotar nuestros recursos y de relacionarnos con los grandes inversionistas.El respeto al medio ambiente, los derechos de las comunidades y los laborales han sido dejados de lado como estorbos para permitir una inversión en cualquier condición, para describirlo gráficamente, con los pantalones abajo. Revisen la historia reciente y se sorprenderán de cómo Fujimori, Humala, García, Toledo y PPK han actuado exactamente con la misma intolerancia ante los movimientos sociales.

Las ideas han dejado de tener importancia, la crítica ha sido considerada subversiva, todo ha sido sacrificado en el altar del sacrosanto crecimiento macroeconómico del país que es, eso dicen, un ejemplo para el mundo.Cero proyecto nacional, cero de mirada hacia el futuro. Pensar en el Perú no ha sido precisamente el deporte favorito de nuestros dirigentes.Nos hemos autoengañado con el cuento de que todo estaba tan bien.Lo cierto es que 25 años después el modelo hace agua. Las cifras del crecimiento, resultado ante todo de las exportaciones de minerales, no han ido de la mano con la solución de los grandes problemas del país.Tenemos más gente que accede a la educación, pero a la peor educación del mundo. Mucha gente salió de la pobreza y accedió a una penosa clase media, pero con servicios públicos miserables. 4 horas al día es lo que un habitante de Lima puede perder solo en ir y venir de la casa al trabajo y viajando en las peores condiciones. La inmensa mayoría de peruanos trabaja más de 12 horas diarias, porque tiene dos empleos o porque se mata en el que tiene, no sabe lo que es un feriado, ni cómo se viven unas vacaciones y si se enferman se joden, porque si no trabajan no comen.Un cuarto de siglo después, hemos retrocedido 30 años en educación, salud y seguridad; nuestro sistema de justicia está colapsado al igual que el tránsito en Lima, demasiados de nuestros niños sufren anemia y desnutrición en índices imperdonables para una economía macroeconómicamente tan eficiente.

Los políticos mientras tanto han sido unos señores y señoras a los que las grandes empresas compran, antes o después de las elecciones, para que gobiernen según sus intereses.Lo que ha diferenciado a Fujimori de Toledo, a Alan García de Humala o de PPK son al fin de cuentas detalles.La izquierda tradicional no se ha salvado de este esquema. Su papel ha sido el de poner en el gobierno al que tenga el sticker de antifujimorista en la frente, para que lleve a la práctica, cosas del Orinoco, la política económica y social fundada por Fujimori.Tras la debacle del llamado autoritarismo fujimontesinista, que debía llamarse más bien monte fujimorismo -porque fue más obra de Montesinos que de Fujimori-, lo que ha venido con el rótulo de democracia no ha sido más que una caricatura.Los partidos llamados democráticos no han pasado de alegres clubes electorales que han aparecido para las elecciones para esfumarse tras ellas. Las cúpulas han controlado las pequeñas organizaciones interelectorales donde no ha existido ninguna forma de democracia y donde el dinero negro ha entrado a raudales.Keiko, pobrecita, trató de construir un partido basado en el culto a la imagen de su padre, sin programa y, otra vez, sin ideas y terminó llevando al Congreso un ejército de invitados impresentables y aventureros que pagaron por su lugar en las listas.Sin pena ni gloria los llamados partidos del postfujimorismo se están extinguiendo y los viejos partidos de la política peruana agonizan penosamente. Nada más miren al PPC y al Apra de Alan García que consiguieron congresistas por obra y gracia de la ONPE controlada por Cavassa.Ineficiencia y corrupción es lo que estos partidos nos han regalado.

No es poca cosa esto que está pasando. Necesitamos enfrentar la situación con coraje y realismo.Hay que cambiar esta situación y hay que hacerlo ahora.Para empezar es vital reconstruir el sistema de partidos. Para ello el registro de partidos debe ser reactualizado para permitir la democratización y la existencia real de los partidos inscritos y para abrir la posibilidad de creación de nuevas agrupaciones que recojan los sentimientos y anhelos de los peruanos y que todos, los viejos renovados y los nuevos, basen sus existencias en programas y proyectos y no en puros apetitos de poder.Si no lo hacemos el descontento y la desazón, el cansancio y la falta de confianza igual se expresarán, pero en formas que es mejor ni imaginarse.

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