OPINIÓN| Nicolás Lúcar: Caiga quien caiga
Últimamente ocurre que se ha vuelto obligatorio que los peruanos tengamos que escoger de qué lado de la política estamos: “aprofujimoristas” o “caviares”. Nos quieren obligar a que nos pongamos detrás de alguna de estas dos filas. Cada acto o palabra que digamos es medida para descubrir cuán fujimoristas o antifujimoristas somos. La confrontación delirante entre estas dos facciones es excluyente y fratricida. La victoria de uno supone la muerte del otro. Quieren arrastrarnos, a todos, a vivir una especie de guerra civil donde lo único que falta son las balas y los muertos.Pero esta batalla campal se da en realidad solo en la superficie. No es una lucha entre dos visiones del Perú, dos propuestas programáticas, dos caminos distintos para enrumbar los destinos del país.Las diferencias entre estos grandes enemigos son en realidad epidérmicas.
Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski (y con ellos los grupos de izquierda que llevaron al poder con sus votos a estos últimos) han llevado a la práctica la misma política económica y han sido parte del mismo perverso mecanismo de corrupción que ha saqueado las arcas del Estado.En realidad, esta bullanguera confrontación es solo la pugna entre dos bandos, que quieren para sí el poder. Lo único que pretenden es agarrar el cuchillo que corta la torta, la marmaja.Cada facción acusa a los corruptos del frente y defiende a los suyos.Y así estamos.Pero este escenario que satura, a algunos, y sospecho que somos muchos, no nos gusta.Porque ocurre que existimos quienes no somos ni fujimoristas ni caviares.Que queremos una justicia que no haga diferencias por razones políticas. Quienes pensamos que no hay corruptos buenos y corruptos menos malos. Quienes profesamos el caiga quien caiga y pensamos que todos los que robaron deben pagar sin distinción de colores.Que todos los que saquearon las arcas del Estado deben estar tras las rejas.Pero además habemos quienes pensamos que todos los que nos han gobernado en las últimas décadas son responsables de lo que vivimos.El país orgulloso de haber crecido sin parar por 25 años tiene, al final del camino, una educación pública y una salud que dan vergüenza, una infraestructura con 30 años de atraso, una crisis de inseguridad que nos agobia con una policía que gana la tercera parte que hace 40 años y que no se da abasto, con una niñez amenazada por la desnutrición y la anemia y una Justicia que no merece el nombre.
No pues, los peruanos no tenemos por qué escoger entre dos platos de un menú que no nos gusta.