OPINIÓN| Edwin Sarmiento: Cosas de la vida
¿Qué será del poeta Óscar Málaga? ¿En qué lugar del mundo seguirá imaginando que una rosa roja no tiene por qué llevar espinas? En nuestra juventud, casi saliendo de la universidad, solíamos hablar mucho de la vida y nos dolía el país. Entonces venía el viejo Marx en nuestro auxilio y el camino se nos presentaba anchuroso y lleno de rosas rojas que el poeta imaginaba, pero sin espinas. Eran otros tiempos. Él frecuentaba a los poetas del movimiento Estación Reunida y yo hacía lo propio con los poetas de Hora Zero. Con los años, muchos de aquellos terminaron incorporados a HZ, entre ellos, OM. Casi había olvidado de él a no ser por esta fotografía. Aquí estamos en Comas, una comunidad campesina de Junín. Fuimos a preparar un taller de capacitación para líderes campesinos de la zona. Entonces, éramos trabajadores de la Oficina Regional del Sinamos de Huancayo y entonábamos canciones de los grupos Inti-Illimani y Quilapayún, todas las noches, después de nuestras jornadas de trabajo. Nos sentíamos útiles para los campesinos, que venían de su desesperanza secular. Eso creíamos. Y viajamos a Comas, que se conecta con la selva de Satipo. Sabíamos que por esas tierras y esas espesuras de bosque habían caminado por las noches los guerrilleros del 65, organizando su campamento militar, cuando gobernaba el país Belaunde. Y el siglo anterior, había hecho lo propio Andrés A. Cáceres, el héroe de la resistencia, para organizar a sus montoneros. Comas tenía su historia pues.
Aquí estamos: el poeta con su casaca negra y chalina de alpaca; yo, con mi chompa azul, tejida por mamá, y mi chalina de lana de cordero. Los dos tenemos el cabello largo, con patillas, y usamos pantalones palazo. Somos pues muchachos de los setenta. Leíamos a Proust, a Cortázar, a Huidobro, a Guillén y, claro, a Vallejo, Arguedas y Mariátegui. Gobernaba el país el general Velasco y creíamos que la reforma agraria sería irreversible. Campesino: el patrón no vivirá más de tu pobreza. Qué años. Estamos en Comas y hace frío esa mañana. Dentro de poco los líderes campesinos de la zona habrán de llenar el local comunal y nosotros les hablaremos sobre las bondades de la reforma agraria y de cómo defender la dignidad reconquistada o algo así. Viva la revolución, compañeros. Y todos gritaremos a viva voz, puño en alto compañero, para que escuche la oligarquía. Y llegará la noche. Haremos círculos de estudios alrededor de fogatas. Los campesinos dirán que ya son otros, que no le temen al combate, que defenderán sus tierras si es posible con nuestras vidas, compañero. Entonces, el poeta leerá sus poemas y yo leeré los de Manuel Scorza, tremendo poeta marginado por el establishment. Al día siguiente todo será diferente. Lo confirmo 45 años después. Esta vez, con pesadumbre.