OPINIÓN| Dennis Falvy: El síndrome holandés
La economía, como ciencia social, tiene escuelas que se contraponen en su manera de manejar la abundancia y escasez de los recursos para el mayor bienestar de la población. A mi juicio, el haberse puesto en boga y promoción indicadores macroeconómicos no diseñados para tal fin, como es el caso del PBI, que su mismo creador Simon Kuznets hace como 80 años advirtió que no lo había creado para tal fin, viene a ser el leitmotiv de muchos y confunde a tirios y troyanos.Su uso generalizado y que muchos desconocen sus limitaciones, lo pontifican con que solo con su crecimiento, la cosa in crescendo solucionará los problemas que aquejan al país. Pasa lo mismo con los dólares que traen el turismo o los minerales, que se venden como gran cosa, cuando esta fiduciaria moneda ya tiene serios problemas. El “Síndrome Holandés”, o enfermedad holandesa, alude a los efectos negativos que tiene la abundancia de moneda extranjera para un país.
Pero hay abundancias que complican. Es el caso de los vehículos automotores en el tráfico limeño o la empleocracia pública con productividad marginal negativa, que llenan y demandan ingentes recursos del presupuesto nacional. Eso que pagamos muchos con nuestros impuestos o generaciones futuras que cargarán con el financiamiento de bonos soberanos; amén de agotar los pocos ahorros del Fondo de Estabilización Fiscal y del MEF; depositados en dólares en el BCRP .Como ejemplo hay operaciones llevadas a cabo hace algunos meses, las que se pueden apreciar en la Nota Semanal del BCRP, cuadro número 29, por unos USD 7,000. Desde septiembre de 2017 hasta noviembre de este año, los del Central echaron a andar la maquinita del BCRP, para que este no perdiera Reservas y se amenguara el déficit fiscal. La enfermedad “Holandesa” apareció en los 60, cuando en los Países Bajos se descubrieron inmensos yacimientos de gas natural en el Mar del Norte.
La consecuencia fue que el florín se apreció, es decir aumento su valor y relajó la competitividad de todas las exportaciones del país no asociadas al gas. Con este fenómeno, el turismo receptivo con sus dólares generados, ya no era una panacea o si se quiere la llegada de estos por inversión extranjera. Ello podía romper el equilibrio de exportaciones en que los países podían tener consabidas ventajas competitivas.Hay amplia literatura al respecto, como la de Warner Max Corden y J. Peter Neary en 1982, en que se advierte que si un país se contagia del síndrome holandés, el sector exportador, que necesita un precio adecuado en el tipo de cambio, se ve desplazado y hasta arruinado. El caso de Venezuela es tal vez el más patético, con su petróleo que llegó a precios de USD 150 el barril y se vino a niveles menores a USD 50 (WTI) recientemente. Claro que de presentarse estas anomalías de un solo sector en privilegio y por ende afectar el tipo de cambio, de seguro hay alternativas para esterilizar la abundancia de moneda extranjera; por ejemplo en Fondos Soberanos, aunque ello supone alta gerencia o especialización de parte del país para controlar el síndrome.