27/12/2018 / Exitosa Noticias / Actualidad / Actualizado al 09/01/2023
El 2018 fue el “Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional”. Huelga decirlo, pero este año que nos deja no hubo ni diálogo ni reconciliación. Muy por el contrario, los poderes del Estado han vivido literalmente separados; hemos tenido un pedido de vacancia presidencial que culminó en renuncia; reconstrucción del norte solo en nombre; informalidad empresarial; leyes inconstitucionales e ineficaces; violencia contra la mujer; crisis de representatividad; inseguridad; expresidentes, dirigentes políticos, alcaldes, jueces ahora prófugos, en prisión preventiva o a punto de estarlo; un Congreso con desaprobación histórica y su bancada mayoritaria que se disuelve día a día. Sin institucionalidad, estaríamos al borde de ser -en las palabras de Oswaldo de Rivero-, una entidad caótica ingobernable.
Si analizan cada una de las situaciones mencionadas, constatarán que a la base hay una institución cuyo desempeño es mediocre. Sin embargo, quienes exigen desarrollo y crecimiento son reacios a toda reforma, planteando que si nada cambia, cambian algo. Olvidan que la institucionalidad es la base esencial de la gobernabilidad. Ambas nociones cumplen un rol principal en el desarrollo de las naciones. Confirma lo escrito el Índice de Competitividad Global 2018 del Foro Económico Mundial, el cual precisa que la institucionalidad peruana sigue siendo una de sus mayores debilidades. Su función tampoco ha sido debidamente comprendida por quienes ejercen la función pública. Es así que -erróneamente- denominaron al 2004, “Año del Estado de Derecho y de la Gobernabilidad Democrática”.
La década del fujimorato y la corrupción sistémica le dio la estocada final a la institucionalidad peruana, que venía ya herida de muerte del quinquenio de Alan García. Es esta herencia la que arrastramos hasta hoy. Se cambiaron nombres y personajes, se propusieron reformas, pero los males permanecieron en los poderes del Estado. Y es que las malas prácticas en una sociedad duran tanto como la existencia política de quienes les dieron inicio.El desmantelamiento institucional golpeó también a los partidos políticos. Hoy, los partidos tradicionales se extinguen de manera casi irreversible, ayudados por la incuria de sus dirigentes. Esto ha permitido que la representación nacional sea invadida por poderes fácticos, que usan las estructuras partidarias para acumular poder o cometer delitos.Porque el Perú es un país lleno de riquezas y oportunidades, este nuevo año debe encontrarnos en el camino hacia la recuperación y fortalecimiento de nuestras instituciones, porque Institucionalidad es Gobernabilidad.