OPINIÓN|Pedro Paredes:La radiografía Vizcarra
El presidente Martín Vizcarra nos viene demostrando que es un político de armas tomar. Si de pugnas se trata, él no se deja. Primero piensa, luego existe, como aquel famoso adagio filosófico.
Y ese cálculo político con el que se ha venido moviendo en estos casi ocho meses de su gobierno, le ha permitido encarnar el descontento que millones de peruanos sienten hacia sus representantes en el Congreso de la República, desde donde sus integrantes se han encargado de alimentar ese rechazo con aprobaciones de leyes impopulares e investigaciones protectoras de corruptos, ahorrándole el esfuerzo a Vizcarra de idear nuevas estrategias anticongreso.
Su golpe más letal fue el referéndum. “Yo soy el impulsor”, ha dicho en una reciente entrevista, cegado por el envidiable respaldo popular que todo gobernante quisiera tener. Pero, seamos honestos, el presidente del Perú sobrevive gracias al desastroso papel de los parlamentarios, que le ha permitido mostrar cualidades de un político de fuste, aunque bastante lejos del tipo de líder que el país necesita.
Vizcarra ha sido puesto en Palacio de Gobierno por el fujimorismo que hizo huir a Kuczynski. Durante sus primeros cuatro meses, solo administró la crisis heredada en todos los sectores laborales del Estado. Tras su mensaje a la nación del 28 de julio, cambió de cassette y comenzó a marcar distancia del fujimorismo, al punto de someterlo a la mayor crisis de su historia. Pero siguió sin resolver la crisis heredada y va camino a empeorarla.
Mientras miles de trabajadores públicos siguen en pie de lucha, el jefe de Estado parece no darse cuenta que su rol no es comandar las peleas políticas, sino la de liderar la solución de los problemas de esos gremios y la de millones de peruanos que no tienen acceso a servicios de salud, educación, saneamiento básico, empleo. Sin contar la desatención a aquellos que habitan las regiones golpeadas por El Niño costero, o los niños y niñas que padecen de anemia y necesitan más que una rimbombante campaña como “Amor de Hierro”.
Y a medida que miro que el calendario nos acerca al referéndum del 9 de diciembre, me entra un gran pesar por mi país, porque después del triunfo de la consulta popular, no sé si al fin veremos a nuestro presidente gobernar, solucionando los problemas económicos y sociales que sus propias distracciones le han impedido. O, quizá, tras el receso de navidad y año nuevo, el 2019 iniciaremos nuevos capítulos del horror político que el Perú ya se cansó de vivir.