OPINIÓN| Manuel Rosas: A un año de la clasificación nos espera un gol
Mañana se cumple un año de la clasificación peruana, 36 años después, a un mundial de fútbol. Fue una noche espectacular que la recordaremos por muchos años más. Fue la noche de la magia, la entrega, la pasión, el amor por la camiseta. Fue la noche de Gareca. Fue la noche de Cueva. Fue la noche de Farfán. Fue la noche de Ramos. Fue la noche de Perú. Lloramos, gritamos. Nos abrazamos. Salimos a las calles, nos confundimos. Fuimos familia. Fue una noche larga unida a un interminable día. Fue un acontecimiento. Fue el cielo rozado por millones de manos dando gracias al mismísimo Dios por el milagro concedido. Eso fue: un milagro.
Y es que los milagros vienen también construidos con las manos, con el esfuerzo conjunto, con la entrega de un puñado de chicos vestidos de corto bailando con cintura, golpeando con empeine, defendiendo con garra, abriéndose paso con hombros, con cuerpo, con alma, llegando al arco rival, estirando al máximo las redes de esa portería. Ese día fue. Ese 15 de noviembre que Perú volvió, dos goles después, a tutearse con los grandes del balompié mundial. Recuerdo bien esa noche. Recuerdo las fotos. Recuerdo las calles. Recuerdo la esperanza encendida en millones de peruanos: el fútbol puede ser la locomotora que esperamos para correr como país. El fútbol puede ser el espejo para construirnos como nación. Solo había que recoger la experiencia, aprender la lección, aplicar la fórmula.
Todo estaba tan bien escrito, tan claro, que era imposible no procesarlo. Primero: recuperar autoestima. Saber que somos buenos, que podemos hacer bien las cosas, terminar con el complejo del pobrecito que no sabe nada, del que mira a todos hacia arriba porque se siente abajo. Segundo, buscar el ADN de nuestra identidad. Somos un país con historia, con mezcla de razas, con devenir histórico. Tenemos perfil, tenemos pasado, tenemos presente y por supuesto futuro. Tercero, buscar liderazgos con autoridad. Gareca lo fue. Tenía la autoridad del que sabe, la autoridad implacable del que no negocia, del que se sabe por encima del pupilo. El tipo llegó a botar a quienes se sentían intocables. A partir de ahí nadie lo fue. Cuarto, primero el equipo después los individuos. Primero el país, la selección, el conjunto, luego las personas, los nombres, las individualidades. Nunca el hombre por encima de la selección. Quinto, disciplina por encima de todo. No basta el talento, sin disciplina te caes, no rindes, te agotas, no compites. Disciplina que suma esfuerzo consigue resultados. Sexto, una suma extraordinaria de compromiso y amor por el Perú. Esa combinación me da garra, que en fútbol se traduce en hacer lo que humanamente parece imposible. Un año después me pregunto, ¿aprendimos la lección? ¿Puede el fútbol seguir enseñándonos cómo ser equipo? ¿Cómo ser país? ¿Cómo ser nación? El gol nos espera.