
01/05/2019 / Exitosa Noticias / Actualidad / Actualizado al 09/01/2023
La ceremonia de transmisión de mando en el Congreso tuvo ribetes de escándalo. Los mandatarios extranjeros hacían gestos de desaprobación ante el bullicio desatado con la aparición en el Hemiciclo de Alan García. El presidente García con 41 años dio un discurso que transcurrió entre insultos, abucheos y gritos entre bandos del APRA y de parlamentarios de la derecha. En un discurso de 12 minutos, García pintó un balance color de rosa de su gestión de Gobierno en los últimos cinco años.
Los primeros cinco minutos de la presencia de García ante el Congreso transcurrieron en división de opiniones. Aplausos y gritos de "¡A-lan, A-lan!" en las filas apristas y abucheos y gritos de "¡fuera, fuera" de los parlamentarios de la derecha. La presidencia tuvo que leer el artículo del reglamento que amenaza con la expulsión de los alborotadores. Parlamentarios del Movimiento Libertad y del Partido Popular Cristiano (PPC) abandonaron el recinto cuando García tomó la palabra.
En la sala se encontraban solo cinco presidentes latinoamericanos, tras la ausencia, a última hora, del cubano Fidel Castro. Asistieron el argentino Carlos Menem, el boliviano Jaime Paz, el chileno Patricio Aylwin, el colombiano Virgilio Barco y el venezolano Carlos Andrés Pérez.
Restablecida la calma en el Congreso, García leyó con cierto nerviosismo y mano a veces temblorosa el texto de su mensaje final. En su balance destacó la "revolución regional" y "libertad absoluta" como los pilares de su labor y, además, enumeró una larga lista de obras públicas y logros conseguidos, que daban la impresión de que Perú es un país boyante y en expansión.
Insistió García en la importancia histórica de la regionalización de Perú y destacó que "todos han podido opinar" y hasta insultarle, "pero a nadie se persiguió ni por sus ideas ni por sus insultos". En otro momento el presidente saliente destacó el papel representado por las Fuerzas Armadas, a las que rindió homenaje y dijo que en la presidencia aprendió "a respetar y amar a las Fuerzas Armadas". Subrayó García la importancia de la soberanía y repitió sus argumentos sobre la injusticia de la deuda externa.
Al concluir su discurso, García impuso la banda presidencial al nuevo presidente del Senado, el vicepresidente Máximo San Román, de Cambio 90, y abandonó el Congreso. A las 12.45 llegó al Congreso Alberto Fujimori, que cumplía 52 años. Cinco minutos más tarde ya había recibido de San Román la banda presidencial.
Fujimori presentó un balance demoledor de la herencia que recibe del Gobierno aprista. Después denunció la corrupción reinante: "Hoy vemos cómo la corrupción campea en el Estado y cómo desde allí se extiende al conjunto de la sociedad. Vemos cómo pierden credibilidad instituciones que deben ser la garantía que tienen los ciudadanos para el leal cumplimiento de la ley".
Presidente en el ocaso
En las postrimerías del gobierno de Alan García, los más afectados fueron los sectores populares, desengañados del populismo gubernamental aprista. La caída de la producción en el período de 1985-1990 fue de 8%, el PBI (Producto Bruto Interno) per cápita llegó a USD 720, cifra inferior a la de 1960, las empresas estatales perdieron USD 1,653 millones y la población peruana se empobreció a niveles sin precedentes; el índice de pobreza se incrementó en 41% afectando a 13 millones de peruanos es decir 54% de la población. En el sector externo, el volumen de las exportaciones se estancó y las reservas internacionales llegaron a menos (-) USD 300 millones. En conclusión, la quiebra económica que García le produjo al Perú ha sido la más grande de la historia, superando ampliamente a la ocasionada por la Guerra del Pacífico.
En octubre de 1991, ya fuera del poder, el Senado de entonces lo acusó ante la Corte Suprema por enriquecimiento ilícito, derivado de presuntos cobros de sobornos en los casos de los depósitos del BCR en el BCCI de Panamá, de la venta de aviones Mirage a Pakistán y de la obra del tramo 1 del Tren Eléctrico de Lima. Con mucha suerte y apoyo político, antes de su juicio, salió del país el 2 de junio de 1992, asilado por Colombia, tras el autogolpe de Alberto Fujimori. De allí se trasladó a París donde fijó su residencia y esperó ocho años que prescribieran sus cargos. Y tras negociar con el régimen fujimontesinista una resolución de impunidad total, regresó al país.
(CONTINUARÁ MAÑANA. El exilio y las acusaciones por corrupción)
Escrito por: Roberto Sánchez Reyes